Me pongo de nuevo la máscara. La fiesta se ha terminado y hay que volver de nuevo a la normalidad. Miro a mi alrededor y veo los cadáveres tirados.
-Sácalos de aquí.
Ésta cueva es mi santuario y, aunque les he traído hasta aquí para poder divertirme un poco, es hora de que vuelva a ser el lugar tranquilo que era antes. Krugen carga con los cuerpos hasta la salida y los tira barranco abajo sin casi esfuerzo. Yo salgo acompañándole. Veo como los cuerpos caen golpeándose con las rocas. Después me quedo observando el atardecer.
De nuevo, calma. Las criaturas que viven en mis terrenos conviven tranquilas sin sobresaltos. No hay invasores que se atrevan a caminar por las malditas tierras marcadas por las cabezas en estacas.
La brisa corre mientras el sol muere. No se escucha absolutamente nada. Se siente la calma. La paz.
La cueva de la sangre 